-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

31.10.11

Pregunta


Ah Kali! Durge Namo Namo!
Por qué tu criatura no puede. Por qué no puede echar su vómito, por qué le cuesta tanto , y se retuerce en un espasmo encolumnando toda su fuerza que ya hace rato la dejó de habitar?
Por qué hay sol en las plazas y los vendedores de antigüedades liquidan los últimos saldos mientras una madre joven tironea del brazo de su pequeño, que gime y llora con un chillido desafinado?
Por qué la adolescente que cruza se acomoda el pelo, sus jeans le ajustan, por qué otros pueden sentir la brisa marina, el amor o lo injusto de una mala compra de naranjas en el supermercado?
Porqué los taxistas hablan por sus teléfonos móviles, y el semáforo cuenta los segundos que restan para cruzar en la avenida Libertad, la que da al mar, la que da al océano, la que cruza en línea recta hasta la selva de Kenia, los Himalayas  y el mercado chino?
Ella vestía su camisola hippie y se bronceaba al sol, hace sólo seis meses en esa frontera entre la piedra y el mar, antes de la línea recta que cruza , de este lado del Camino de Santiago, de este lado de Libia y su líder muerto asesinado a piedrazos a balazos, y mostrado con toda la desmesura del impío, de este lado de la India donde te veneran y te cantan los Krishnas y prenden sus sahumerios  y se pintan el tercer ojo, ella también pintaba, la recuerdo al sol, sus ojos claros impúdicamente celestes en directa competencia con el cielo que nos cobija, ella pintaba, artísticamente dijo el enfermero, desnudo artístico dijo, y la hizo reír antes del vómito, después del sueño, antes del pinchazo , después de la lucidez, se sacudió como si nunca se hubiese pinchado en su vida, en un espasmo  que quizá fue el preludio de su otro espasmo y su vergüenza, de su fuerza involuntaria para poder sacar de su garganta ese mucus largo y denso que le dolía, y  nos dolía, el que le hubiésemos querido arrebatar como las madres cuando sus críos se atragantan con un pedazo de pan, y meten rápidas las manos sin sentir asco, sólo sintiendo el miedo a que la vida deje para siempre ese cuerpo atragantado estúpidamente por un pedazo de algo que le dieron para alimentarlos no para matarlos, para alimentarlos, pero que como un boomerang se interpone entre su deseo y esa consecuencia inmediata, y se resuelve en una arcada, y con esa arcada estaba ella luchando por su vida, que sabe o presiente se termina en horas , días me dijo él, nunca sé cuándo la voy a ver viva por última vez,  sus ojos fijos en un vacío que lo recorre como a ella, serpiente albina y calva, hermosa como la cantante irlandesa que  quiso demostrarle al mundo su rabia luciendo una cabeza redonda , perfecta, sin mechones de pelo rubio al sol y con el vómito que le recorría el tracto digestivo ya tomado por su cáncer, su metástasis, su fin pronto pero no ya,  haciéndonos partícipes a todos los que la quisimos de alguna u otra manera,  de esa despedida sin cronómetros, sin ge pe eses, sin arribo ni llegada,  sólo la duda , la pregunta de siempre, por qué a ella,  por qué, por qué.

A Juan, a Graciela.

22.10.11

Fata Morgana, cuarenta años después.


Hace muchos años, cuando era una estudiante de Bellas Artes y vi en el cine Arte, no recuerdo ya con quién, Fata Morgana, filmada en 1970 por Herzog, jamás hubiese imaginado poder entrar alguna vez en ese espejismo que mostraba el alemán. Mucho menos , decir que ese paisaje lo conocía, es más, que había estado en ese paisaje. Que había vivido cerca de él.
Hoy, después de verla, busqué referencias, entrevistas, busqué en los títulos finales, pero nada. Nada que constate esa verdad tan clara como el agua .
Todas las referencias hablaban del desierto de Sahara. La película fue filmada entre 1969 y 1970 en el Sahara.
Y ese desierto, si bien lo vi desde los aviones que me llevaban al continente europeo desde la isla de Lanzarote, ida y vuelta, una y otra vez, una y otra vez, ese desierto, el Sahara, nunca lo pisé.
Sí mis pulmones recibieron, como todo habitante de la isla, situada a unos 100 km de Sahara, su arena, que cuando vuela, es llamada Kalima.
Sí anduve por ese lugar quemado de lava, negro, con volcanes rojos y verdes, en caravana de camellos,que muestran algunas tomas, pero ese no es el Sahara, son las Montañas de Fuego, o Timanfaya.
Sí estuve en el mismo lugar, donde un alemán vestido de buzo, muestra una tortuga, habla de ella, y la devuelve a un lago natural de piso blanco, pero ese no es un oasis en el Sahara, es el fondo del lago en Los Jameos del Agua de la isla de Lanzarote, un lago natural del túnel volcánico que se armó cuando el Volcán de la Corona se puso a echar fuego, piedras y lava, mucho antes de que yo ni siquiera sepa que viviría cuatro años en esa isla de 20 x 40 km.
Los Jameos, ahora Centro Turístico, fue abierto al público en 1966, gracias a César Manrique, y su pasión por unir arte, arquitectura y naturaleza.
Yo no sé si alguien , antes que yo, reconoció esos lugares, no lo sé, quizá no supe buscar bien en las referencias, pero no hay ningún dato de que Fata Morgana fuera filmada allí, como lo fue Los Abrazos Rotos. La isla de Lanzarote se hizo conocida para el gran público cinéfilo, con Almodóvar y sus Abrazos, pero en la época que filmó Herzog, 1970, la isla no tenía para nada la fama de la que goza hoy, lamentablemente para los defensores de su biodiversidad, pero sí era un paraíso elegido, por osados , "hippies o mugrientos"  alemanes, y europeos en general. Por lo tanto, no me cabe la menor duda de que Herzog, filmara allí, parte de su Fata Morgana.
Y además de la emoción que me causó el descubrir que el gran cineasta filmara esos sitios de extrema belleza, debo confesar que me impresionó el grado de experimentación cinematográfico de Herzog y su equipo, la lírica de los textos, no sólo los extractos del Popol Vuh del comienzo, sino fundamentalmente lo que él mismo escribió para la parte del Paraíso y el final y que se pueden leer en el video de arriba, un extracto del film.
Me impresionaon por lo profético, sin ir más lejos la sentencia: La paz ha matado la guerra, esa sola frase, después de tocarme asistir en la historia, cuarenta años más tarde, a la visión de las imágenes reproducidas de un tal Bin Laden o un Kadafi muertos y rematados en nombre de la paz, es de una fuerza extraordinaria , una sensibilidad de cineasta frente al futuro que me pone la carne de gallina.
Y si además le sumamos a todo lo antedicho las canciones de Leonard Cohen, sobre un plano del Sahara alambrado, es como demasiado para un sábado por la tarde.
No creo que todo sea un efecto de la Fata Morgana. El que así lo crea, que tire la primera piedra.

Ahora Suzanne te toma de la mano 
y te conduce al río 
lleva ropas viejas y adornos 
de los estantes del Ejercito de Salvación 
y el sol se derrama como miel 
sobre nuestra señora del puerto 
y ella te enseña donde mirar 
entre la basura y las flores.

 
Hay héroes entre las algas.


Hay niños en la mañana
que se asoman buscando amor 
y lo harán así para siempre 
mientras Suzanne sostenga el espejo.



....


Hasta luego, Marianne, es tiempo de que comencemos 
a reír y a llorar y a llorar y a reír sobre todo eso, de nuevo.

Nos encontramos cuando éramos casi jóvenes 
muy dentro del parque de lilas verdes 
te abrazaste a mí como si fuese un crucifijo 
cuando íbamos de rodillas cruzando la oscuridad 

Hasta luego, Marianne, es tiempo de que comencemos 
a reír y a llorar y a llorar 

y a reír sobre todo eso, 
de nuevo.


Parte de los dos temas, Suzanne y Hasta luego, Marianne, de Leonard Cohen, utilizadas por Herzog en Fata Morgana. 

19.10.11

Mendigos


Mendigos de amor los dos
patéticos
indignos
cuánto tiempo más nos va a costar borrarnos el nombre
designarnos al fin como lo que somos
y no como lo que piensan
cuando somos vistos?
habrá alguna vez alguien que se decida a perdonar nuestras vidas?
habrá alguien capaz de subir el pulgar en este circo romano?

desde mucho tiempo atrás
nos ha confundido el mote con el que nos llaman
pero sabemos
vos y yo sabemos que sólo somos mendigos
y que tal vez lo cambiamos algún día
de alguna primavera pasada
por el de piratas
robadores de mar holandeses
guerrilleros de lo imposible
utópicos buscadores de un amor desesperadamente ingenuo
lírico y tonto
que quedó en la nada

entre tu país y el mío
en ese exilio elegido
de olor a neumático quemado
de ruido a cacerolas y manos batientes
ese país del que me prendí como una garrapata sin destino
desde el que te llamé desesperadamente
una y mil veces para escuchar tu vieja voz
conocedora de lo único puro que cargaba
inútil ruego
para que me arrastraras lejos
me dijeras algo que sabía jamás iba a escuchar
mi nena mi nenita
tocá el violín  bajo la nieve
bajo la furia del sol que hierve
no puedo decirte más
ya lo sabías

toqué el violín y caminé kilómetros mirando el mar
de día y noche
buscando un signo
como aquella canica de goma
con un dólar en su adentro
que partí en dos
para comer y soportar
gasté suelas
y me hice llagas de picón
me armé con gorros de folletos turísticos
espadas con papel de restaurantes
y le dí cuerda a la vida
estocándola suciamente
ponzoñosa
clavada en mí clavada en ella

y un día me descubrí prendida de aquellas buganvillas
del un volcán rojo y un mar turquesa
de una escuela subiendo la loma
con un maestro de árabe hablando francés

prendida del five o'clock y el té de durazno con la inglesa
un día
me descubrí prendida
de aquel país de aquella isla
donde alguien me enseñó la palabra gandul
una de las más bellas que encontré en la vida
y me trajo un día tembloroso su regalo
convencido de que Zitarrosa era mi compatriota
tan inculto fue tan humildemente inculto
que me regaló el violín de Becho
a pura nostalgia y llanto
en una copia de su tesoro más preciado

un día quedé prendida de aquel país de aquella isla
con esa bruta maruja virtual
hablando de su tía asturiana
cosiendo sus trenzas al gorro republicano
cuando los franquistas la dejaron rapada
sin melena para lucir
sin perfume para embriagar
a sus diez y tantos años en un país en sepia

qué sabrán los otros cuán mendigos de amor fuimos
o después
piratas de mar holandeses
patéticos e indignos
agarrados a un tubo de teléfono
suspirando vos
llorando yo
lo que hemos construido
en ese contar de a dos y lejos
sin hablarnos
sin sabernos a diario
sin rumbos ni aconteceres
ni hijos ni trabajos
desdichas ni rutinas
sólo el empujón para partir
mi nena mi nenita
tocá el violín bajo la escarcha
bajo el viento huracanado o
polar de la desdicha
no puedo decirte más
si vos ya lo sabías.

18.10.11

La cosa gris

Ella sacó su boleto, se sentó y se acomodó para un sueño de largo viaje, pero el bondi no era cómodo, así que no le quedó otra que mirar por la ventanilla, de costadete , como diría su padre. No estaba mal mirar la vida de costado. Te da otra visión de todo. Nada se toma en serio, o no tanto por lo menos, que ya es mucho.
Lo primero que vio fue un auto con el techo sucio, le llamó la atención, porque en su interior había un tipo tratando de sacarse el saco del traje, apurado, antes de que el semáforo se pusiera en verde. Su hijita, no tenía pinta de pasajera de remis, en el asiento de atrás, se revolvía el pelo, y tenía un uniforme escocés, de esos de colegios privados. Privados y caros. Qué raro que un tipo de traje y corbata gris azulada sobre una camisa impecablemente planchada tenga ese auto tan sucio pensó. Pero el semáforo dio la luz verde y como el auto era de los nuevos arrancó más rápido que el colectivo y se perdió de su vista. El sol le daba completamente en la cara lo que le daba más sueño, pero igualmente no llegaba a los niveles de calor requeridos para constituirse en somnífero natural y así poder dormir, pensó en el agarramanos de plástico encajado en su cabeza, y maldijo brevemente los nuevos tiempos, antes los asientos de los colectivos eran mullidos y altos, las cabezas apoyaban en la cuerina y quizá lo único que molestaba era un par de ribetes que tenían para subrayar el cambio de color, pero si se mantenía la cabeza firme en el centro, entre el cambio de colores y sus ribetes, las siestas eran lo mejor para acelerar viajes que duraban una hora como mínimo, cuando se debía cruzar la gran ciudad. Vio desde su posición pasar a varios autos sucios, techo, capó, cristales. Raro. Muy raro. En esa ciudad la competencia por tener un auto reluciente era sumamente conocida. Quizá la conciencia limpia no importaba tanto como el lustre del auto, o de los cristales de la casa. Para esa sociedad era un punto de importancia. Dime como brillan tus objetos y te diré cuánto vales. Se acordó del libro de Saramago, el de la basura, que no recordaba cómo se llamaba.  Comenzó a ver de pronto toda la ciudad sucia. Con una capa gris sobre todas las cosas. Se dio cuenta por qué el sol no la dormía. Por qué no la calentaba si le daba de lleno en la cara. Pasó el dedo por la ventanilla del bondi y se quedó con una finísima capa de algo gris, que le hizo despegar inmediatamente la cabeza del  agarramanos de plástico que tanto la incomodaba. Miró hacia su alrededor para ver si alguien la había visto pasar el dedo por la ventanilla y quedarse así, con el dedo erguido y enfrentado a sus ojos, inutilizable por esa capa gris, de algo que ella desconocía y que aparentemente a nadie le llamaba la atención. Se sintió aturdida. Y si era capaz de ver algo que nadie veía? Y si estaba llamada a algo superior, un entendimiento clarividente que le habían otorgado vaya a saber quiénes por decidirse a salir de su casa, sin dormir la siesta y aventurarse en el terreno urbano de esa ciudad de mal nombre que los engullía a diario a todos los que se aventuraban a salir de sus casas, pero que con la costumbre de hacerlo habían perdido la capacidad de observar? Buscó en su bolso un pañuelito de papel donde poner el polvo recogido que todavía tenía en la punta de su dedo. Haciendo malabares consiguió sacar uno sin utilizar la mano derecha que tenía el dedo con la mágica sustancia que la hacía distinta. Se imaginó llevando la muestra a un laboratorio , las portadas de los diarios hablando de ella, los periodistas agolpados en la puerta de su domicilio.
Al fin era alguien. Al fin, su destino se había revelado y le mostraba su misión en esta vida absurda y sin sentido. Al fin era premiada por algo que la haría reconocida a nivel mundial. El mundo le estaría agradecido por su revelación. Ya nadie volvería a salir de sus casas, sin tomar recaudos frente a esa cosa gris, que quién sabe que contaminantes tendría en su composición, que enfermedades produciría, que malformaciones provocaría en las generaciones venideras. Muy contenta guardó con cautela el pañuelo que contenía la sustancia, en el monedero del cual vació todo su contenido en el fondo del bolso, para que no se contamine con ningún metal, ni papelucho intrascendente. Llevaba sobre su falda la muestra del gran misterio. Miró de pronto hacia afuera para ver por dónde andaba, le parecía que habían pasado siglos desde que subió. Todavía, por suerte, no había llegado a destino. Miró hacia la gente que se apretujaba ya, miró a las chicas  que la molestaban depositando en su hombro el peso de sus mochilas. quiso advertirles que tengan cuidado con ella, que era la futura benefactora de la humanidad, pero algo la contuvo. Un exceso de humildad tal vez o una curiosidad malsana por saber de qué estupideces hablaban sin importarles la verdad, lo esencial de la existencia humana. Mi viejo no pudo viajar hoy. Ah no? No, no salió el vuelo, así que volvió a casa con una mala onda... Uh, y entonces qué. Nada, que no me dejó ir a lo de Cristian. En serio? qué mal! Sí... no me hables, odio la ceniza, la odio con toda mi alma, que tengo que ver con ese volcán de mierda, decime, eh?
Ella metió la mano en el bolso y sacó despacio el pañuelito doblado. Lo abrió y miró por un rato no muy largo la cosa esa gris, que se había empastado con la pulpa del papel. Lo arrugó con fuerza haciendo un bollo. Quiso tirarlo por la ventana. Pero se dijo que no. No estaba bien tirar cosas a la calle. Lo volvió a abrir y lo sacudió entre su piernas, miró al cielo. Ya no había sol. El cielo estaba completamente gris. Le pareció ver una llovizna incipente. Tan incipiente como el calor húmedo que le apretaba los ojos y no la dejaría dormir.

Dedicado a Daniel el adiestrador.

13.10.11

Ruidos nocturnos

De pronto, el ruido que me despertó se hizo más ancho, como si cupiera en la amplitud de los golpes que daba mi corazón, galopando en el silencio, galopando junto a los camiones , los primeros colectivos de la mañana, las primeras avestruces del campo, los aviones a chorro del otro lado del mundo, la vestimenta de los amantes antes de ser descubiertos, o mis diez primos preparándose para ir  a sus trabajos.

De pronto, bajé de mi sueño de mujer invisible, vuelta a nacer una y mil veces en esa rotunda vuelta de los sueños caprichosos , columpiándose entre mi hermana de ayer y la de hoy, mi padre muerto y mi madre ya reseca en su tumba, como dos rosas en su más privilegiado tiempo, ese tiempo fragante, del que habla el Chumilaj  Vuh, que vendrá después de la noche oscura inaugurada por Hernán Cortez en 1492, cuando los olores se asemejen a los perfumes y los perfumes no pertenezcan a las metrallas, ni a los heridos de bala, sino a la mañana, como fue siempre, como debió ser siempre, antes del olvido al que nos sometieron, y al que calladamente, como borregos, aceptamos.

De pronto, el tiempo había llegado, el ruido provenía de mi costado, ese costado que siempre archivé, que siempre oculté, y que estallaba ahora junto a los golpes de mi corazón, y como autómata me zambullí en la oscuridad que rodeaba la cama, sin pensar que las medias en el piso quizá me jueguen una mala pasada, en caso de pisarlas, o la cola de la gata, a quien yo, con mi más absoluta inocencia, quizá le pisara brutalmente con mis pies furiosos de encontrar la razón de ese ruido que presagiaba la muerte de alguno de los ocupantes del piso de arriba, y de los que yo no quería despedirme, aunque sabía que más tarde o más temprano, ese año era el definitivo. ¿Cuánto más podía retrasar su fuga?.¿ Cuánto más el ser analfabeta de sus miserias me dejaría dormir pensando en un mañana llevándoles el diario hasta su puerta?. ¿Cuánto más mi estúpido indagar en los tiempos idos los sostendrían atados con un hilo de caja de pizza , esos que se cortan con los dientes, a sus sillas, a sus camas, a su piso, a su ventana ya sin la pulcritud de los vidrios más limpios del barrio?

Fue entonces cuando el ruido entró por mis ojos al salir del cuarto a oscuras. El sonido burlón de dos adolescentes echados en un colchón sobre el  piso, cargados de muecas frescas de voces cavernosas , la ventana abierta por donde se entreveía la mañana amanecida en un rato, con un coro de pájaros que también dejó de piar como los adolescentes de hablar, para mirar todos juntos mis desorbitados ojos, mis movimientos sin traducción, preguntándose que mal bicho me había llevado hasta esa puerta, sin el pudor de una bata, con los pelos como electrificados por una corriente  para matar al último bribón que quiso robar un supermercado y que espera paciente  su muerte en el pasillo  de la cárcel de Texas sabiendo que no podrá asistir a su funeral sino en calidad de espíritu creyente en las sagradas escrituras védicas.

Schh!!!.....algo está pasando , dije en un tono cómplice pretendiendo disminuir mi ridícula presencia ante el coro de pájaros y adolescentes, fantasmas y personajes de sueños vueltos a su sino, gatos y condenados a la silla eléctrica: algo pasa arriba. Dos carcajadas me zumbaban al oído,  me trajeron nuevamente al lugar de dónde nunca debí haber salido, mi corazón como  potro tratando de frenar en algún estanque de agua aunque más no sea sucia, la gata  maullándole a mi inexplicable aparición, y el escaso entendimiento sonsacándoles a los adolescentes una promesa de no empujarse más en esos juegos tontos que tienen ellos, que utilizan en cualquier tiempo y lugar, aún vencidos por el sueño, esos empujones sin pensar, sin realmente tener un minuto de reflexión sobre lo que puede llegar a suceder si alguien susceptible como yo, sufriese de alta tensión arterial.

Por suerte, sé que alguien, lector, lectora, de esta crónica, se va a sentir identificado con mi situación, lo diga o no lo diga.
No soy exagerada, estoy vieja.

9.10.11

Nubes de París




¿Cómo serán hoy las nubes de París?
¿Cómo las de Paraná,  Äbenrá, Tokio, Boston,
Bérgamo, Tías, Chascomús,
Praga, Lonquimay?


Desde mi ventana
me meto en ellas
fungándome de esta bendita tierra.

Me atrae su calma para evaporarse
fundición sin alarmas
majestuoso devenir
para recrearse en otras
más pequeñas
más sin forma.

Me emociona los siglos de
saberse iguales
gordas y lentas
agudas
tormentosas
frágiles
guarangas
cruzando el cielo
sin importarles que debajo
muy debajo de ellas
existimos.

5.10.11

Revolución o picnic, uno elige...





Mi mejor amigo me entregó al enemigo
mi madre se escapó con él
en un torino rojo como el sol
como mi sangre
como el pimiento de mi corazón.


Desde temprano amanecí cantando este vals
presagio de día
canción telonera de algo que vendrá
resaca de mi historia.

Apareció cuando dejé el sueño
y escuché los ruidos de los que se iban
hacia un día más
de los que se encolumnaban en las filas del ochenta
o del ciento cuarenta y seis
interminables víboras
de resignación matutina
apenas salido el sol
los ojos pegoteados
la sonrisa deshilachada en un mate lavado
el perfume dulzón de las mujeres mal pintadas
las madres empujando destartalados carritos
con sus durmientes críos
mientras los otros
correteando entre ellas
revoleaban sus mochilas
en el último tiempo de su juego infantil
los guardapolvos blanquitos
que mancharían después
en un recreo.



Un kilo de fierro en una mano
y uno es otro 
o sos Caín o sos Abel
y eso si tenés tiempo de elegir


la mayoría no llega ni a romper el cascarón.

Los pasos desganados
la prisa por ser uno más en la vida asignada
el destino barajado por quién sabe quién
en el reparto de la historia.

Pero, 
no es por protestar
si siempre ha sido igual.


Cuento las pastillas
cómplices del pensamiento anulado
de mi entender y no querer
del cuestionario idiota
filosofia improductiva
del encierro autoimpuesto
para no asistir
a esa ceremonia diaria de urgencias y oficinas
escuelas y tiendas
supermercados y agencias de lotería y pago fácil.

Viste?
Para un poeta beatnik
siempre hay una opción.

El cambalache de mi desorden
los fetiches del recuerdo
seguirán ahí
esperando el ritual de siempre:
el primer chupete
el corcho atado a un hilo
un reloj que no anda más
la canica de cristal
la gata quieta
los libros marcados con fotos de un tiempo que ya fue
números en un papel
facturas por vencer
videos apilados
moleskine antiguas
y la luz del sol bañándolo todo.
Como para la foto.
Esa foto que me quita las ganas de vivir.


Pero no es por protestar
Si siempre ha sido igual
vamos a pescar...


Los versos en cursiva son parte de la letra escrita por Acho Estol, del vals Revolución o Picnic, de La Chicana.


A Marce Piedrota

2.10.11

Tentaciones del calendario

Cada vez que paso una hoja del calendario que cuelga en la cocina, cada vez que veo los casilleros limpios, la nueva imagen, el uno en blanco, me da una sensación de esperanza tan vana y frágil que se desvanece cuando leo el nombre del mes y cobro conciencia del paso rotundo, impío, del tiempo.

Por qué la esperanza, por qué ese pensar que todo será distinto, si sé que el tiempo es tan  inasible como caprichoso , relativo y traicionero? Sin ir más lejos en mi calendario mañana es fiesta, y debo acercarme y ponerle especial atención a la letra chica que aclara por qué en Alemania se festeja el tres de octubre y aquí, el despertador sonará a la  misma hora de siempre para los empleados que tienen su empleo, para los estudiantes que tienen sus clases, para las madres que atienden a sus hijos.

Hay una ilusión que dura lo que tarda en calentarse  el agua para el mate, una alegría pequeña y vergonzosa si se quiere, en ese dar vuelta la página y dejar el dolor, la sinrazón del mes que pasó, escondidos, hasta que aparece en el cielo del pensamiento una nube gorda y negra, diría Julio, como una bota, que aplasta mi entusiasmo pueril, y me recuerda que lo mismo sentí al comenzar el mes pasado, y que ya pasó otro más sin que nada prácticamente haya cambiado.

Julio Paz murió hace tres años, dice el calendario, pero para mí sigue caminando por Milán, descubriéndome los Panzerotti detrás del Duomo, enseñándome que el éxito en la vida no son las ventas en una exposición, sino lo que uno siente cuando se enfrenta solo y desnudo a su obra colgada toda junta, en la pared en blanco de la galería, y se felicita a sí mismo por no mentir, no mentirse. Yo tenía veinticuatro años cuando lo conocí, él pasaba los cuarenta y llevaba en sus pulmones veinte años de exilio. Sabía que el brillo enceguecedor de la fama artística no vale nada, que siempre hay lambones cuando a uno le va bien, y sólo queda uno mismo cuando los focos se apagan y dejan de iluminar, no así las estrellas, que siempre lo hacen , a todos por igual, sin distinción de vanidades y oropeles.

Ay, si alguien supiera lo que guardan mis ojos, mis sentidos, lo que mi percepción me dicta como me dicta el recuerdo: el del amigo que murió el primero de octubre estando en tierra extranjera; el de la infancia de la mano de mi gemela Alejandra, muerta para ella como mi amigo; mi otro amigo; la amistad sin ganancia ;la hermandad solidaria con la mano extendida.

Busqué una postal que me envió Julio, busco su letra, su ironía, como anoche deambulé buscando una foto mía en una casa donde debería haberla hallado, porque están mi sangre y mi ADN. No las encontré, ni a la postal ni a la foto. Es entonces que entra el aire atropellado por la ventana y me salva el olor de los jazmines apretados, me aclara como el amigo fiel que me acompañó ayer, que la vida vuelve una y otra vez con sus perfumes, algunos nauseabundos, ácidos, como el de la traición y el olvido, otros dulces y profundos como el del abrazo sincero, cuando uno se deja tentar por el calendario.


" Debés recordar que aunque soy un hombre comprometido,también mi triunfo es fugaz y dura sólo el tiempo que empleo para grabar una plancha o realizar una pintura; luego entro en aquella región multitudinaria del resentimiento y de la tristeza, de la angustia y la piedad, donde predomina la inteligencia coordinadora que regula las emociones autodestructivas."


De una carta de Julio a  Poni Micharvegas.


a Marcelo Alfaro