rojo sol luna cruel
papi nunca va a volver
nada es tuyo de verdad
ciérralos duerme ya
si muero mientras dormís
no te pongas a llorar
nada es nunca lo que ves
escalá hacia lo que soñés
si muero mientras dormís
no te pongas a llorar
ciérralos
duerme ya
Esta nana, desde que la escuché en el Torcuato Tasso, el sábado pasado, cantado por Dolores Solá acompañada por su marido Acho Estol, no dejó de sonar, obsesivamente, como la luna cruel de la que habla, se reprodujo una y cien veces, hasta que me hizo surco en el alma. Algo había en ella que me hizo sacar la cámara del bolso y hacer lo que nunca hago, registrar en vivo un tema. No me gusta, no por lo derechos de reproducción a los que jamás le doy bola, porque no se puede comparar el escuchar a La Chicana en vivo, a escuchar su disco con ver mi estúpido video, para nada, sería, como dice Zaffaroni, el juez que acusan de tener un prostíbulo, sería débil mental si lo pensara.
La cosa es que ese recital fue el que abrió la puerta que me hacía falta. Después de siete meses de búsqueda, de siete cabalísticos meses de demoler muñecos, de golpear manos y que nadie salga del rancho, meses en los que quedé enfrentada a mi conciencia, a mi más absoluta soledad, desencantada de hermanos a los que les pedís trabajo y se hacen olímpicamente los boludos, amigos que te dan la espalda, gente que no tuvo nada que ver en lo que pudo haber sido el detonante de toda esta historia, pero la voz corrió y hubo pocos saben lo que dice la nana del principio, nada es nunca lo que ves, un caso de amor más, con mucha diferencia de edad, se convirtió en un crimen, por el que debo pagar quién sabe, hasta el fin de mi vida.
Decía antes que en estos meses, de volver sí, a encontrarme con los amigos verdaderos, esos que siempre estuvieron , más allá de la fama efímera, del éxito de mercado, esos que te quieren por tu esencia y no por la botella de champagne que le llevás a la fiesta, esos que lloran con vos o te pegan un revoleo cuando te ven con el rouge corrido , decandente máscara de lo que una vez fuiste, esos, de fierro, tremendos cachos de fierro que no te sueltan ni a sol ni a sombra, esos son pocos, muy pocos, y de una u otra manera en general, están ligados a tu infancia, o a tus principios, cuando como dice la nana una vez más, escalás hacia lo que soñás, y no tenes delirios de grandeza, ni te la crees, sabés que lo que hoy está encumbrado en un palo dorado cae mañana por un feroz viento del sur, y se rompe en mil pedazos, y nadie te va a ayudar a juntar los pedacitos de muertes y vidas , historias de renuncias y decisiones que subiste ahí, bien en lo alto, para que todos vean y digan ohhhh... Es entonces como cuenta Maradona, a quien amo profundamente porque un tipo que le da tanta alegría a un pueblo, tanta, que aparece en un afiche de un bar de una reproducción de la ciudad de Yemen, en el Deustches Museum de la ciudad de Munich en el año 1987, una de las situaciones más surrealistas que vi con mis propios ojitos, cuando aún no necesitaba anteojos, pero no tenía una cámara de video, ni siquiera una de fotos para demostrar la fuerza de ese personaje que atravesaba tantas barreras en una época en que la internet estaba lejos de ser un ayuda memoria más en nuestra vida, y decía entonces que un tipo que tanta alegría le dio al pueblo argentino, más al de Yemen más al alemán, por lo menos en este caso que cuento, no se merece ser tildado de drogadicto, o arrogante, es un tipo que vivió lo peor de lo peor, pasó a vivir como un rey a quien se le abrían todas las puertas, y de repente a ser un degenerado que sólo toma cocaína. Eso me duele, la estigmatización de la gente por la gente misma, el cerrar puertas en tus narices, porque una vez en tu puta vida no hiciste lo que se suponía debías hacer, le fallaste a la sociedad, le clavaste un puñal a las buenas costumbres, viviste con ganas arriesgándote mientras los que te acompañaban hasta entonces dijeron no, mucho para mí, no. Por eso, aunque se podría decir que mi caída comenzó el día que vi Man on wire, un funámbulo que cruza sobre un hilo, sin arnés? preguntó BTZ, sin arnés querido, sólo con un palo, camina en el cielo sólo con un palo de una torre gemela a la otra, cuando todavía estaban, y no sólo lo cruza ocho veces, qué digo, se arrodilla, se acuesta en el palo, a 450 metros de altura, y se da el gusto de llegar a una punta casi casi al alcance de los guardias que lo querían sacar de ahí, y pegar la vuelta, volver a caminar para el medio, ese medio que pendulaba por el viento, sobre el abismo,al cual nadie soportaba animarse, ese medio sólo para locos, soñadores, utópicos, que desafían todas las normas de la sociedad, sin armas, sin violencia, sin campañas sucias. El día que vi esa película, algo me impulsó al abismo, y yo que sufro de vértigo, sentí que cada uno en sus acciones contestatarias, estamos ahí, en el medio de ese hilo, de esa soga, que une dos torres gemelas de edificios construidos para demostrar poderío, y que más tarde, como en una tragedia griega, serían destruidos por la ira de los que detentan el poder más bajo, el de creerse que con el miedo se dominan pueblos, el poder de las potencias mundiales, que ya sabemos todos a esta altura, son tan endebles que pueden entrar en default como cualquier país subdesarrollado, como se decía antes, o países en desarrollo como se dice ahora.Pero todavía debían sucederse una cadena de acontecimientos en mi vida , para llegar al punto de darme cuenta de mi caída, todavía no estaba del todo claro, no había suficiente luz para mostrarme el pozo en el que yacía, o todavía creía que como en la película 127 horas, tenía agua para rato y alguien me rescataría, sacándome de encima del brazo la piedra que me lo aplastaba. Y así, en cuestión de días nomás, fui sujeto de varios empujones hacia el final, hasta que ayer a la noche vi una película recomendada por el amigo de un amigo, para ilustrar lo que se le rondaba en su cabeza, desde el momento mismo en que leyó el guión del largo que le mandé para que leyera, esa película fue Caótica Ana, de Julio Medem, y si bien hay situaciones que no entiendo por qué no las quitó , situaciones que están , para mí, y siempre para mí, demás en esa historia, hubo algo que me recordó otro algo cuando la terminé de ver, y me fui a la cama, no sin antes buscar en la biblioteca un libro que me regaló mi viejo, mejor dicho, EL único libro que me regaló mi viejo, ya siendo adulta yo, y viviendo rodeada de saharahuis, en la isla volcánica de Lanzarote, un libro que me trajo mi hermana hasta Alemania, con una dedicatoria de mi papá aún vivo, que dice, con cariño para mi hija Diana, papá Maximiliano, y está firmado con esa firma aprendida en Argentina, al llegar, a sus diez años, y cambiar de un día para el otro su idioma, y aprender que debía firmar con su nombre completo oculto tras un garabatear de líneas curvas que seguro el no sabía se asemeja al símbolo de infinito, repetido varas veces, hasta que la birome comandada por su mano hacía una colita hacia abajo demostrado ya que la firma había sido acabada. Ese libro es Mujeres que corren con lobos, y la recomendación vino de mi propia hermana, Alejandra , que supongo en esa época admiraba mi osadía, y mi libertad, tanto como después la criticó, cuando me enamoré de quien no debía haberme enamorado, como si el enamoramiento se pudiera controlar.
Cuando me iba a la cama con el libro bajo el brazo , dispuesta a encontrarme con lo que el destino me quisiera dar a leer, abierto el libro, no por el principio, sino al azar, recordé una vez más que la película, hablaba de una mujer que hablaba por muchas otras que ya no tenían voz. Y recordé también, un viejo texto mío, en stand by, con el que inicié una serie de entrevistas a mujeres golpeadas por la vida de una forma brutal, lo busqué y vi su fecha, lo escribí un 23 de agosto, oh casualidad! de hace ya cinco años, el principio es este:
y termina la presentación así:Siento que mi sangre ruge para ser escuchada.Mi sangre hoy, guarda la voz de muchas. La mayoría desconocidas para mí, pero no para mis venas ni para mi espíritu.Debo comenzar esta tarea antes que sea tarde.Dar puntada tras puntada, uniendo retazos.
Por todas ellas , para conjurar nuestro espanto, es que comienzo estos relatos, que ojalá sirvan para mitigar lo que sabemos, más tarde que temprano, a juzgar por los acontecimientos, algún día acabará .Ese fue el comienzo la punta del hilo de Ariadna, un laberinto en el que me metí, como la caótica de Ana de Julio Medem en su film sin desearlo, sólo por la tremenda necesidad de hablar por ellas, aquellas temerarias y benditas mujeres que corriendo con los lobos, no pudieron ser domesticadas. Y abrí el libro, en cualquier página, y me encontré con este párrafo del análisis del cuento de Vasalisa , cuando a la vuelta de su viaje iniciático porta una calavera que le entregó la Yagá, la bruja salvaje, para que alumbre su camino:
Ha atravesado la oscuridad prestando atención a su voz interior y ha podido resistir la contemplación del rostro de la Bruja, que es una faceta de su propia naturaleza,pero también la poderosa naturaleza salvaje. De esta manera puede comprender el temible poder de su propia conciencia y el de la conciencia de de los demás. Y ya no dice, le tengo miedo...Vasalisa regresa a casa con la temible calavera ensartada en un palo...una temible luz emana de los ojos, los oídos, la nariz y la boca de la calavera...lleva la llama de la sabiduría;posee unos sentidos despiertos. Puede oír, ver, oler, y saborear las cosas...por un instante Vasalisa se asusta del poder que lleva...la mujer que recupera su intuición y los poderes yaguianos llega a un punto en el que siente la tentación de desecharlos, pues ¿de qué sirve ver y saber todas estas cosas?. La luz de la calavera no tiene compasión. Bajo su resplandor, los ancianos son unos viejos; lo bello es lujuriante; el tonto es un necio...Y así apagué la luz, no la de la calavera de Vasalisa, de Ana, de Ingrid, o Diana, la luz que me posibilitó el sueño , hurgar en esas cavernas temibles de la intuición que en mi caso, la mayoría de las veces, me avisan lo que va a suceder, de un modo crudo y bestial, sólo que yo, como una tierna Vasalisa, antes de descubrir el poder de la Yagá y de llevar bien alto la calavera, fingía olvidar, para poder sonreírle al mundo, y ser aceptada como una más.
Por eso, el sábado pasado me reencontré con una parte mía dejada en el Bar Británico frente al Parque Lezama, el domingo estuve al lado de la moribunda madre de una amiga de la infancia, por eso pude renunciar esta semana a ser lo que los ayudantes de mi caída querían que fuera. A la luz de la pronta calavera, que soportó pelotones de fusilamiento, cárcel y violaciones, exilios y amores imposibles, algo comencé a ver. La semana con sus causalidades, hizo lo demás.
Un tropezón, no es caída.
Si muero mientras dormís
no te pongas a llorar
nada es nunca lo que ves
escalá hacia lo que soñés
si muero mientras dormís
no te pongas a llorar
ciérralos
duerme ya.
Letra de Lullaby, de Tom Waits, adaptada al castellano por Acho Estol, y cantada magistralmente por Dolores Solá.
Voilá!
4 comentarios:
Señora... muestras una desnudez tan descarnada que -obligatoriamente- nos empuja a mirarnos a nosotros mismos y buscar ese punto de inflexión (que en tu caso ha sido la nana). La diferencia está en que tú sabes mostrarla.
un abrazo (mejor dos)
Gracias a tus dos abrazos , espero que te haya gustado la nana, aunque sea trágica. El texto como siempre fue de una, sin correcciones, sin quitarle y ponerle, por eso quizá es tan desnudo, porque le hablo a mi alma mientras desayuno. Besos y abrazos para usted señora!
Me has llenado el alma con esta remembranza ...
Gracias Tomás!
Salud, y buen tiempo al sol.
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