-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

21.1.12

Revolución o azucenas


Hay un momento en que la pesadez del aire entra en el adentro. No sé ya a esta altura cómo llamarle a ese adentro. Recuerdo, futuro, alma, estado, vida.
No sé bien. Un momento en que todo lo que iba en una dirección se parte. Se vuelve confuso y distinto.

Revolución, dije anoche sin querer. No era la palabra que él había usado. Eran otras que no podía recordar. Pero me salió revolución.

Los ojos de él , después, mirando en la oscuridad. Sonriéndo como para que lo escuche reírse de mí. Sonriéndole a la vida que no entiende pero que está segurísimo de entender. Sonriéndole a una palabra que como las alas de la mariposa provocó el tsunami. La que comenzó la grieta donde nos hundimos. Donde me hundí.

Soñé bestias pisoteando semillas y brotes nuevos. Florcitas recién paridas. Pajaritos que cantan a la mañana. Arrebatos y corridas. Balazos. Muertes y asesinos.

No es casual que yo haya dicho soy feliz y que se desate ese mar de sal con vinagre para que trague , una y otra vez, una y otra vez, como el pequeño revolcado entre las olas, el otro día, cuando el mundo deja de ser mundo para volverse útero salino arriba y abajo, cuando no hay horizontes que aclaren nada y testifiquen que pisamos lo que pisamos y alzamos los brazos al sol, al cielo, al aire y la lluvia, para tocar alguna estrella perdida en el cuadro de nuestro pasar por esta tierra.

¿Qué puedo decir que no empañe más la situación comenzada por la palabra revolución?
¿Soy culpable de haberla dicho? ¿Soy culpable de mi memoria tonta que pierde cabos sin atarlos? ¿Culpable de querer unir con sonrisas algo que lastima y lastima?
Dedo en la llaga, caída de la bicicleta, electricidad fatal, altillo alto. ¿Cuántas cosas pueden variar un destino en un segundo? ¿O es que ese destino ya estaba prefijado y nosotros sólo vamos avanzando hacia ese final?

A las rosas blancas no les importa si hoy es sábado, o el aire es pesado, no les importa qué fue lo que se dijo ayer. Avanzan imperceptibles hacia arriba y afuera, buscando luz, abriendo pimpollos de verano, contradiciendo las estaciones.
Pronto también ,si el peso del aire sigue acumulando calor y agua , vendrán las azucenas. Desparramarán el grosor de su perfume de ala ancha por todo el jardín, a la noche y durante el día. Las podremos oler y reunirnos en un mismo gozo. Y quizá ya no hagan falta las palabras para entenderse. Quizá el recuerdo, futuro, alma, estado, vida, se vuelva uno, uno otro, como decía el más pequeñito de la casa ayer.
Uno otro unidos por un olor, un perfume, que desde siempre nos unió. Nos marcó. Y son esas cosas nomás lo que importen, la revolución quede marchita en un bolsillo de lavandas, y el dolor se apacigüe con el canto de los pájaros.

3 comentarios:

Mariluz GH dijo...

Mejor azucenas ¿no? huelen mejor que las revoluciones :)

un abrazo grande, Di

Rob K dijo...

Mejor asumir, aunque sólo sea por conveniencia, que ese destino no está escrito, en este caso (como en tantos) la ignorancia es bendición. Como escribió Robert Walser: "Dios va con los que no piensan."

Saludos, Diana.

D.Laurencich dijo...

les contesto y agradezco en el próximo post...