-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

12.5.10

juan capra y la simpleza


juan capra from ingrid berger on Vimeo.


cuando te vaya casar
avísamelo con tiempo
para mandar a hacer dos fiestas
mi muerte y tu casamiento
cuando a ti te estén poniendo
de azahares en la cabeza
a mí me estarán poniendo
mi cuerpo sobre una mesa
cuando a ti te estén poniendo
el anillo de brillantes
a mi me estarán poniendo
cuatro velas por delante.

el dolor de este tipo , de juan, el dolor de cada uno es tan simple como esta canción.
simple. como violeta parra. como tantos otros poetas que en su vida la pasaron mal, pero hicieron lo que querían, ahora  son polvo en el polvo. pero cada tanto alguien se acuerda de ellos y les rinde un homenaje, así, simple. como la vida.

les transcribo la historia de este tipo cazada al vuelo en un blog: los que iban cantando

Cuando iba hacia la plazuela del Mulato Gil, un mendigo escuálido ofrecía un dibujo por poco más de mil pesos y un señor que lo saludó con una mezcla de familiaridad y desdén, se lo compró.
Al viejo transido de mugre le flotaba la ropa andrajosa.
Lo veía cada vez que pasaba por la calle Lastarria. Un día, la pintora Irene Domínguez me invitó a tomar un café, nos habíamos puesto de acuerdo para que me hablara de la Hormiga; en eso, ella hizo un ademán y saludó al viejo pordiosero. Cariacontecida, me dijo: “¡es Juan Capra! Fue un genio.”
Ese cuerpo eludido o francamente rechazado correspondía al nombre de un mito: poeta, cineasta, pintor, músico cuyas canciones enriquecieron el repertorio del Quilapayún. Según los decires, era el único chileno cuya obra se exhibía en el Museo del Louvre; algunos coleccionistas evaluaban sus dibujos en no menos de diez mil dólares.
Algunos recordaban su amplia casona de Carmen 340 donde habían instalado sus talleres pintores y escultores como Santos Chávez, Sergio Castillo, el peruano Víctor Delfín. Cuando Capra se fue a Europa, esa casa quedó en manos de los Parra.
Ahora dormía en la Hospedería del Hogar de Cristo de Santiago de Chile y pagaba el alojamiento con las limosnas que recogía.
Ahí falleció en abril de 1996. Costaba creer que apenas tenía cincuenta y ocho años de edad.
Virginia Vidal
 Nota: si van al blog http://losqueibancantando.wordpress.com van a encontrar muchos temas del genio de juan

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