-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

28.1.10

llamados



Uno siempre espera llamados que le devuelvan las ganas de seguir luchando, no?
A veces, son llamados tontos, que no van a cambiar el curso de nuestra vida, sino solamente van a darnos la palmada en el hombro para decir, está bien, seguí, que algún día tus hijos te lo van a agradecer. Por ejemplo.
Otros, son llamados de mayor envergadura, digamos, esos que te conmueven porque te re-ubican, te hacen saltar las lágrimas de emoción, te meten como a la fuerza una sonrisa en la jeta. Tienen más que ver con las relaciones que uno entabló en su vida.
Y después están los inesperados, los que jamás uno se imaginaría le van a hacer. Y como decía Silvio al comienzo de Sueño con Serpientes, esos son los imprescindibles.


Hoy, recibí uno de esos.
Que me estampó la sonrisa, las lágrimas y me dio fuerza para seguir, seguir en este mundo de chiflados y cuerdos, de tangueros y rockeros, de putas y clientes.
Este mundo y este tiempo en el que vemos pasar ante nuestros ojos las imágenes más horripilantes casi sin darnos por aludidos.
Casi. Digo. Porque hay gente que no. Que sí se da por aludida, y batalla, como siempre, con lo que tiene a mano, la palabra, los gestos, el agradecimiento, algo.


El otro día, me retrasé para tomar el colectivo, y cuando me subí, me senté en el primer asiento de a dos, que estaba libre.
El sol, me daba en la cara, pero era un sol tibio, como las olas ya gastadas cuando llegan a la orilla, dejando su bestialidad en el océano.
Miraba todo lo que sucedía, con ojos nuevos de recién levantada. Expectante,  los retrasos no figuran en mi lista de costumbres. Así que esperaba, miraba, olía como un sabueso dónde estaba lo escondido por el destino.


Y de pronto llegó. Me di cuenta ni bien subió, frágil como un gorrión, pero entera hasta el tuétano. Digna y tierna.
Una mujer de unos ochenta años, con un vestidito solero, floreado, suave como sus gestos. No se necesita ser ruda para imponerse, ni hablar a los gritos, no?
Se sentó en el asiento libre al lado mío.
Y lo vi. A15538. Un número en su brazo izquierdo.Inmediatamente supe que no era un tatuaje  de los tantos que vi en las guiris inglesas de Lanzarote. Tatuadas y coloradas, tomando cerveza a pleno sol. No, no era ese tipo de tatuaje.
Lo reconocí porque uno así tenía Loik, un polaco amigo de mis abuelos, que andaba en bicicleta ,en mi infancia veraniega de Mar del Plata, y se detenía a hablar con papá o con la nona en la vereda. Siempre sonriente.
Mi hermana y yo le mirábamos el ojo, tenía un ojo raro. Y un número grabado. Mamá nos decía que lo habían dejado ciego de un ojo en un campo de concentración.
Auschwitz .
El mismo que la señora sentada al lado mío. Mira ó A15538. Mira Kniaziew.


Nos pusimos a hablar. Intercambiamos teléfonos. Y nos prometimos llamarnos.


Ayer, que se conmemoraba el aniversario del cierre de Auschwitz, la tuve presente todo el día, pero no la pude llamar. Fue un día raro, de no querer ver la luz, de dormir y estar echada, de pensar ¿QUO VADIS MUNDO?


Hoy la llamé para estar junto a ella, para contarle que aunque todavía no pude comprar  su libro, seguiría luchando por la verdad y la justicia. Por la memoria. Su memoria y la de tantos otros. De aquí, de allí, de Hiroshima, de donde fuera que el viento me lleve.


Y Mira, la A15538 , me llamó. Para agradecerme...¡A mí! Para decirme que me quiere regalar su libro, para decirme que la emocionó tanto mi llamado como el del agregado cultural de Roma, del cual se hizo amiga y que la llamó ayer por el mismo motivo.


Esos son los llamados que uno jamás se imagina recibir.
El de los humildes, grandes, sabios, llenos de dolor y amor, de memoria y esperanza, de supervivencia, de solidez, de nobleza. Esos, son los imprescindibles.


( si pinchan en las palabras Mira Kniaziew, leerán una nota, ya vieja, pero no importa, de cómo fue que se salvó, publicada por el diario La Nación, y si ponen Quo Vadis Mundo + Mira Kniaziew, podrán ver dónde conseguir su libro.)
La foto pertenece al blog Panta Rei. Por favor, pinchen en él, y lean el post de Alejandro Delgado.

3 comentarios:

Mariluz GH dijo...

Bienaventurada amiga mía... ciertamente una llamada de una persona con esa vivencia debe ser para arrugar el corazón
besos para compartir, señora :)

Dolphin Blue dijo...

De esas cosas que se leen en los libros y que se ven en las películas;...afortunada que eres :)

A propósito de lo de Haití aún tengo pesadillas; ahora con las mafias que se aprovechan para secuestrar niñoas huérfanos...no sé que pensar ya.

Disfruta de tu libro y de tu amiga^^!

Un beso.

Dolphin~

D.Laurencich dijo...

mariuz, hay gente que todavía nos deja soñar con un mundo mejor eh?

dolphin, las pesadillas como las de vincent pilow, son parte de uno.
que te lo diga esta señora que hasta que muera, va a tener pesadillas.
por eso tenemos que tener un ojo abierto, sino dos, y tener memoria.
Abrazo a las dos españolas!