-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

2.8.11

Calacas

Por qué ese símbolo ahí, justo ahí? Sabés lo que significa?
Claro que sé, por qué?
Porque no me gusta que pintes calaveras.
Por? La muerte no es mala para los mexicas.
Ya lo sé.
Y entonces, por qué no te gusta?
No sé. Es lo mismo que un tatuaje. Con calaveras.
No es una calavera, es una calaca.
Bueno calaca.
Mirá voy a llenar toda la habitación de calacas. Además me gusta la palabra: calaca, tiene ritmo. Decilo.
Calaca.
Decilo con ganas.
Calaca.
Bien, ves?  Tiene una cosa, rítmica, buena calaca calaca...cómo la terminarías a esa?
A ésta? La de la cabecera?
Sí. A esa.
Con flores.
Dale a ver.
Dame un lápiz.

Y sonrió. Yo también. Le terminé toda la calaca sobre su cabecera. Le dibujé flores en los ojos. Corazones. Más flores. Estrellas. Lágrimas. Más flores. A qué le tenía miedo yo? No lo sé. Quizá a ese corazón detenido por momentos. A jugar con fuego. A recordar más todavía el asunto de la muerte.

No es mala la muerte, ma.
Pero ya lo sé, si yo te lo enseñé, qué me venís a contar ahora?
No sé, digo, te veo rara.
Estoy preocupada, no rara.
No podés estar preocupada por algo que siento yo.
Quién te dijo que no. Cómo se nota que no tenés hijos.
Bueno, digo, está bien que te preocupes, pero no vas a solucionar nada.
Ya sé.
Y bueno.

Sonó el timbre. Puse la pava al fuego. Preparé el mate. Miré el brillo de la pava. Mi reflejo deformado bajo la luz del spar. Una calaca rubia. Con anteojos. Comencé a alejarme y a acercarme hasta que la pava comenzó a silbar.
Oía sus risas y la música. La dentadura de varias calaveras mexicas me bailoteaban alrededor. La gata restregaba su morro contra mis talones. Encendí un cigarro y eché el humo. Las volutas parecían los dibujos entre las flores. Esos que hacía un momento, le causaron gracia.

Como las uvas viste?
Ah, pensé que no tenías más ganas de dibujar, sonrió.
No. Son como los rulitos de las vides.
Tá bueno, dijo con brillo en los ojos.

No sé si está bueno fumar. No sé si está bueno vivir. Morir. Dibujarle una calaca en la cabecera de la cama de tu hijo. No lo sé. Es inevitable, me había dicho mi hermano a la tarde. No te pongas mal. Ya lo sé. La inevitabilidad la conozco. Por eso me dejo estar. Por eso paso horas en la cama mirando el techo. Por eso mi mente divaga sin parar cuando todo está quieto. Y veo el sol ponerse y el sol salir. La lluvia caer y sonar. El viento ulular. El frío. Cuántos indignados se habrán juntado hoy en España. Cuál será la transa de Obama para no declararse en default . Quién estará llegando hoy a Ezeiza y a qué hora se tomará el avión mi hermano mañana. Quién se besará por primera vez y quién ofrecerá muriendo el corazón para el transplante. Cuándo tendré fuerza para caminar sin miedo hacia donde quiero ir.
Miro el cuadro que tengo en la cabecera de mi cama. El rostro de mi madre muerta , pintado por mí, para la muerte de mi viejo. Calaca sobre calaca.
Me río.

2 comentarios:

Mariluz GH dijo...

Supongo que todo va con la edad, señora... recuerdo cuando mi sobrina mayor pintó su habitación toda de negro y ¿qué le ibas a decir?

Además, todos acabaremos siendo calacas (o ceniza) ¿no?

El cuadro terminado de tu ma' quedó precioso (el adjetivo se queda pobre, disculpa)

un abrazo

D.Laurencich dijo...

no está terminado Mariluz, jamás creo que se terminará...en cuanto a la edad, puede ser, yo diría mas bien , de tal palo tal astilla. Beso Guapa!