-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

7.8.11

Domingo



En este barrio en el que vivimos no se nota mucho que es domingo. No existe la calma de los pueblos. La extraño.
Intento fabricarme un domingo puertas adentro. Fracaso.
Miro por la ventana. El supermercado chino está abierto. Pienso que hay cosas por comprar. No tengo el coraje para obviarlas. No tengo excusas.
Salgo, y el vecino, al quien después de tres años recién conozco, está lavando su moto en la vereda. Me quedo mirando el agua que desparrama sobre la puerta de mi casa. No levanta la vista. Lo miro, quieta. Me mira. Sonrío. Él no, sigue cabeza gacha lavando su rueda delantera. Después le diré algo, pienso.
Volver rápido a casa es la consigna. Que no se malogre mi domingo.
Leí un artículo sobre una mujer de 66 años que cruzó sola el Atlántico. Ella desarrolló la paciencia frente a olas de cuatro metros. Si ella pudo con las bestias, yo también. Paciencia.
Los chinos me entristecen. Casi dejaron de serlo. Desde que llegaron al barrio cada vez son menos chinos. Más argentinos. 
Adelante, en la cola para pagar, está la mujer del diariero. El gallego le decimos. Paga rápido mientras la observo. También para ella pasaron los años. Está en esa edad que ya no le importa cómo va vestida. Le miro la espalda, curva. La papada, cuelga. En su bolsa tiene un queso mendicrim light. Pienso en el colesterol. La mujer del gallego debe tener colesterol . O está en la moda light. Laif, dice mi tía. Me encanta cuando mi tía dice laif. No tengo ganas de corregirla ni contradecirla. Es una mezcla lo que ella quiere expresar. La entiendo. Vida laif.
Compro naranjas de jugo y sé que la chica, que no es china, (me pregunto por qué nunca hay chinos verduleros ni carniceros), se aleja a buscar cambio. Tiene un trasero grande y no lo disimula. El jean se lo marca bien y tiene un bordado: This is for you. Pienso en su novio. Si es que lo tiene. Si es que le gustará ver esa frase bordada en el trasero de su chica. Por lo menos viene con el cambio y sonríe. No como el otro peregil, el de la moto, que no saluda, ni hace una mueca siquiera.
Cruzo cargada, los autos estacionados, llego a tiempo para alcanzar el otro lado del Atlántico entre los buques estacionados. Mis piernas son mi barco. Cada vez más cerca escucho la sirena de una ambulancia. 
Llego al otro lado, miro para atrás, quiero ver si conozco la empresa de ambulancias. Vital. Buen nombre. Pienso en un infarto de domingo. Cómo se complicaría todo. 
Busco al pibe de la moto para decirle algo. Ya no está. Subo y entro. La gata me mira como desconociéndome.
Intento continuar con mi domingo.Coloco las naranjas una a una en la fuente blanca. Las bananas al lado. Los colores brillan. Qué lindo que es pintar con frutas.  Las flores amarillas todavía duran. Pongo el agua para el mate y miro el calendario. Domingo. Hace tanto que no salgo. Cada vez me dan menos ganas. Me estaré volviendo como la mujer del diariero?


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